La soledad se caracteriza por aislamiento, una falta
de contacto con el entorno, con las personas que nos rodean. Las causas que la
provocan pueden ser diversas, desde llegar a ella por la propia elección de la
persona, hasta padecerla por una situación social determinada. Su
“padecimiento” puede tener una duración corta, beneficiosa para poder llevar a
cabo una actividad concreta en mejores condiciones, o puede alargarse en el
tiempo, llegando incluso a darse la posibilidad de sufrir un “desaprendizaje” en
el establecimiento de relaciones sociales.
Este “síntoma” llegan a padecerlo muchas personas
que pasan por una situación de desempleo. Está claro que cada persona vive,
siente y padece las situaciones de su vida de una manera concreta e
individualizada. Y su respuesta será en función de esto, de su vivencia, de su
sentir frente a las situaciones adversas que sufra.
El desempleo puede ser una situación pasajera, de la
que la persona sea consciente que saldrá en poco tiempo, o puede entenderse
como algo que tendrá una larga duración y que no sabremos cuando se acabará.
Esto puede verse minimizado o acrecentado según la influencia que otros
factores puedan tener sobre la persona: edad, situación económica, nivel formativo,
situación familiar, características de personalidad, capacidad de resolución de
problemas, etc.
Otro factor clave será la incertidumbre que cada
persona tenga sobre el tiempo que tardará en estabilizar su situación. La
incertidumbre puede llegar a bloquear la acción de la persona para buscar una
solución. Es importante llegar a manejarla, ya que entenderla como algo
importante, pero controlable, puede facilitar mucho que se llegue a tener un
concepto positivo de la misma.
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