Isabel Iglesias
Artículo extraído del Blog de Isabel Iglesias Muy
bien hecho. Contenido de buena calidad. Provocativo!
Recientemente un conocido programa de televisión, "La Voz", me ha hecho recordar un experimento que se hizo sobre entrevistas a ciegas y sus sorprendentes resultados:
Una orquesta necesitaba incorporar nuevos músicos
con lo que hizo un proceso de selección consistente en una serie de audiciones.
En total se hicieron 3 rondas de audiciones con los mismos músicos.
En la primera ronda los responsable de la selección
podían ver a los candidatos aunque no podían intercambiar palabra con ellos.
Simplemente tocaban la pieza seleccionada delante de ellos. El resultado fue
que la mayor parte de los músicos seleccionados fueron hombres.
En la segunda ronda, los responsables de la
selección no podían ver a los músicos ya que tenían por delante un biombo. Es
decir, la audición se realizaba a ciegas sin que los responsables supiesen
quien estaba detrás: sólo escuchaban su música. El resultado fue que la mayor
parte de los seleccionados fueron hombres.
En la última ronda, la audición se realizó en las
mismas condiciones que la segunda ronda pero con un matiz: los candidatos
estaban descalzos. El resultado fue que la mayor parte de los candidatos
seleccionados fueron ¡mujeres!.
Sorprente. La razón de esto fue que en la segunda
ronda los responsables de las audiciones sabían si el candidato era hombre o
mujer por el sonido de los tacones.
Es evidente
que cuando conocemos a alguien nuestras creencias, experiencias, valores e
ideas nos condicionan e influyen a la hora de evaluar a la persona y con gran
rapidez lo etiquetamos.
Tan sólo nos bastan
30 segundos para tener ya una primera impresión de esa persona. Es ahí
cuando el aforismo " la primera impresión es la que cuenta" alcanza
todo su sentido. A veces ni siquiera es necesario intercambiar alguna palabra
con la persona. Cuantas veces hemos estado esperando en una cola o en su sitio
rodeados de personas y hemos pensado si tal persona parecía una cosa u otra.
Evalúamos constantemente y lo hacemos en base a nuestras creencias de cómo
debería ser el mundo.
El peligro de estas primeras impresiones está cuando
condicionan por completo la visión del entrevistador de tal manera que ni
siquiera se llega a conocer al candidato a fondo debido a que ya está
"contaminado".
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